domingo, 22 de abril de 2012

UN PECADO ORIGINAL (1ª parte)

Notas del autor:

Buscar un culpable a cuantas azarosas desdichas atañen al ser humano por  tiempos inmemoriales, ha sido, desde remoto, tarea de numerosos sabios,  científicos, historiadores y religiosos.

Sin duda, creo que, según nos vienen representando, la idea de una simple “manzana” como desencadenante de tantos males puede parecerles un poco absurda; no pretendo aquí ofender a nadie ni atacar el contenido de la Biblia, simplemente busco exponer a modo de fábula o cuento que pueda resultarles más atractivo, mi particular versión de los hechos, quizá sea algo así como una pequeña actualización adaptada a nuestro tiempo. Si bien es cierto que en ningún momento se dice cuál era el árbol de la fruta prohibida, yo les voy a decir de qué posible fruto se trataba y cuales fueron las consecuencias reales de aquel desliz. Para ello deberían recordar qué es lo primero que hacen cuando reconocen su falta.


 

Todo empezó en una soleada mañana de Abril, naturalmente, era lunes y el mundo ya llevaba unas horas y poco más en rodaje. Adán hacía unos minutos que se acababa de levantar de su lecho y estaba orinando junto a un árbol, mientras, Eva, todavía rezagada en el calor de la cama, le contemplaba en su actividad.

Se fijó en la pequeña cicatriz que le quedaba allí donde dicen que la espalda pierde su nombre, pero no le dio importancia. Sus ojos pasaron a recorrer la belleza de cuanto les rodeaba. De pronto su mirada se posó en un conejo; después en un león; le siguió una cebra; ahora en un elefante; a continuación se fijó en el lobo y así una larga lista de animales y descubrió una característica común que empezó a turbar sus pensamientos. ¡Qué decir!. Coincidencia de las coincidencias, pero fue una simple casualidad que todos fueran machos.

Por fin se levantó de su lecho de hojas porque ese picorcillo de la vejiga le decía que también necesitaba aliviarse. La situación se agravaba con esto, así que se las compuso como pudo y decidió ir a hablar con el Señor.

- ¡Señor!. ¡Señor!. ¡Oh, Dios de las alturas, escuchadme!

Pero como no hallaba respuesta, volvió a repetir:

- ¡Señor!. ¡Señor!. ¡Oh, todopoderoso Dios de las alturas, escucha a tu sierva!

Ninguna voz surgía del cielo, hasta que de pronto, se oyó:

- ¡Oh, Eva, el Señor Dios te guarde!. ¿Qué deseas? -Respondió un ángel.

- ¡Quisiera hablar con el Señor de un asunto privado!.

- Lo siento, oh, mujer. El Señor ha salido a almorzar, pero no se demorará en su regreso, pues hoy tiene mucho trabajo y ha previsto grandes planes para vosotros. Vuelve a llamarlo dentro de un momento. ¡Dios te guarde, mujer!.

Y así, sentada sobre una piedra aguardó unos instantes hasta que pudo oír una voz procedente del cielo que la llamaba.

- ¡Eva!. Me han dicho que necesitabas hablar conmigo. ¿Qué turba la paz de tus pensamientos, oh, mujer?.

- ¡Oh, gran Dios todopoderoso, gracias por dedicar unos minutos de tu tiempo para atender a tu humilde sierva!. Fue esta mañana cuando me fijé en cuan hermosa es la tierra que nos has dado y vi que muchos animales poseen rabo[1], incluso Adán. He visto la utilidad de esta parte del cuerpo que no existe en mí y quisiera conocer los motivos que te han llevado a hacerme tan diferente, puesto que creo has obrado con discriminación sobre la criatura que soy[2].

- ¡Oh, Eva, ¿cómo te atreves a pensar eso?!. ¡Tú, que has sido la culminación de mi obra!. Mira la redondez de tus pechos; repara en la suavidad y tersura de tu piel, la delicadeza de tu rostro; recorre con tus manos la perfecta definición de las líneas que forman tu cintura; fíjate en la leve disposición del vello sobre tu cuerpo. ¿No eres tú la más hermosa de las criaturas?. La codicia de lo ajeno te envilece; debes aceptar que eres un ser distinguido de los demás y que el Señor se ha fijado más en ti.

- ¡Oh, Dios, perdonad si os he ofendido con mi inquietud, pero no merezco yo tal consideración y no quisiera que los demás hallasen una diferencia que pudiese conducir en burlas hacia mí.

- No es posible satisfacer tus deseos pues moriría cuanto he depositado en ti. Sabed que engordarías sin remedio hasta reventar por ese inútil apéndice en el que tus ojos tanto se han detenido y que carece de importancia.

Pero Eva no se quedó satisfecha con la respuesta del Señor. Y fue en eso que andaba por el paraíso, cuando se le apareció el diablo en forma de serpiente.

- ¡Hola, Eva!. No he podido evitar oír tu converssssación con el Ssssseñor y creo que pondría la mano en el... ssss fuego y no me equivocaría en decir que tienessss razón; hacerte tan diferente de los demásss ssssseresssss que habitan en la tierra revela... ssss un claro trato dissscriminatorio.



[1] Rabo: Tras la confusión de las lenguas en Babel, se le denominó costilla.

[2] De este punto, partirían las alegaciones de las feministas mucho más tarde y con él, ganaron su primer juicio.

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