domingo, 27 de enero de 2013

La Otra Cara de la Ley (Un relato Diferente)

 

Autor: Daniel Balaguer Nácher

* dayan

-AyB-

AGRADECIMIENTOS Y DEDICATORIAS

 

“Gracias a todo aquel que pase más allá de la primera línea,

porque a partir de ahora, queda obligado a continuar el relato hasta el final”.

El Acusado

“A toda persona que pase la portada,

puesto que debe leer desde la primera hasta la última de las palabras, que al fin y al cabo, componen esta narración”.

Señor Juez

“A todo el que pase esta página,

porque tal vez estará interesado en la lectura”

El Autor

 

NOTAS DEL CREADOR

Tengan cuidado porque este es un relato que se mezcla con la realidad. Prometo sorprenderles si se dejan llevar por la magia que se oculta debajo de las palabras. Cuidado no caigan en la trampa mortal que estas esconden. Y qué mas decirles sino que se fijen hasta en el más mínimo detalle. Les reto a ello.


13-16-3807

Estimados señores del Jurado:

Les remito este informe para que desestimen las pruebas presentadas por la fiscalía en cuanto se refiere al juicio del acusado cuyo nombre consta en la portada de este documento, al  que se le imputan los cargos que me permito repasarles. Antes, sin embargo, les recuerdo que a partir de ahora disponen de un breve plazo de tranquilidad para sus conciencias que acabará muy pronto, y es que si las vacas pueden volverse locas, tampoco debemos descartar la posibilidad de que este mal pueda afectar a las letras.

Les anuncio que deben tener en cuenta que su veredicto influirá sobre la literatura del presente siglo y su decisión puede alterar el curso de las letras, así que la venganza puede ser terrible.

Como bien considero, se habrán dado cuenta que vivimos en un mundo en el que el arte, y centrándonos en el tema que en este juicio se aborda, como es el futuro de la lengua escrita, ha llegado a unos límites que anuncian la senectud de esta sociedad vacía y de consumismo. Llegados a este punto, ya no se tienen en cuenta la imaginación o la calidad de los escritos presentados, sino más bien, la fama o los méritos atribuidos al autor y no al contenido de sus obras; todos ellos derivados de un mercado que sólo busca vender a cualquier precio, sin importarle un lector que sólo compra lo que le anuncian. Muchos de estos autores, como recientemente se deben haber percatado, utilizan a los llamados “negros” para que escriban aquello que sus mentes no son capaces de plasmar, cuando hay que recordarles que la esclavitud ya fue abolida. Otros se valen de sus amistades y contactos para que les galardonen, y muchos de ellos son unos impresentables que poco saben de escribir. Por no mencionar los últimos casos de plagio aparecidos en los medios de comunicación.

Pero bien, ahora ya, no se trata aquí de juzgar los males que a otros atañen, sino de calificar el mal uso de las palabras, la ciencia y el conocimiento en general, del que todos somos, en cierta medida, responsables.

Puestos ya en situación de este tribunal, dado que sobre ustedes pesa la difícil responsabilidad de elegir lo que puede leerse o gustar a los demás, estos son los cargos que se les imputan a mis clientes:

Haber atentado contra los derechos de autor, con ello son culpables de  plagio; y no sólo esto, sino que además les recuerdo que están siendo juzga2 por homicidio con premeditación, blanqueo de letras; practicar reuniones clandestinas, mentir; sublevarse ante la autoridad competente, malversación de textos, chantaje, ocultación de letras, manipulación de pruebas (escritas), además de hacer y distribuir copias ilegales, poner en práctica el soborno, y por último, desacato a este tribunal. Les recuerdo que sobre ellos ya pesan delitos anteriores a este juicio, en los que fueron acusados de hacer un uso de formas verbales incorrectas, puesto que los tiempos pasado, presente o futuro resultaban confusos; además de no definir con claridad quién era el sujeto y hacer una publicidad fuera de contexto.

Como bien sabrán, delitos todos ellos sometidos a un juicio ya determinado y pendiente de fallo, del que les transcribo una enumeración de los argumentos de la fiscalía y la defensa, dado que ambas partes no han conseguido esclarecer la totalidad del caso. Sin más, espero que esta prueba escrita sea determinante en su decisión:

A) Podrán concurrir al Concurso de Cuentos “/.../”, todos los escritores de Lengua Castellana que lo deseen, con excepción de los que hubieren obtenido el primer premio en ediciones anteriores de este certamen.

B) ¡Protesto, señoría!. Mi cliente procede de una región en el que dicha lengua queda en un segundo plano, por ello ha sido objeto de un trato discriminatorio.

C) Protesta denegada. Su cliente debe atenerse a las bases que se dictaminan. Le pedimos que sea objetivo. Que prosiga la fiscalía.

A) Las obras de tema libre deberán ser inéditas, no solamente en la fecha d su admisión al concurso, sino en el momento de la proclamación del fallo, pudiendo enviar cada concursante cuantos originales desee.

B) La befensa pide la palabra. Las obras nunca pueden ser inéditas ya que todas cuentan una historia. ¿Acaso quieren pues, que no se cuente nada en alguna de ellas?. Además, mis clientes desconocían que la palabra inédita pudiese significar otra cosa que no sea referente a editar este relato. ¿Cómo sería posible imprimir algo cuando esta palabra está ya ligada a la edición?. Y otro punto más, Señoría, ¿Cómo una obra que ya ha sido leída por el tribunal, puede ser inédita en el momento de la proclamación del fallo?. ¿Es posible que se hayan saltado su lectura para ese momento?. Pero eso no es todo, señores del jurado ¿Cómo puede ser inédita la fecha de su admisión? ¿No es cierto, señores que hasta la fecha, el tiempo ya ha sido editado? ¿Acaso esperan recibir el relato en el futuro?. Considero que las pruebas presentadas carecen de interés para éste tribunal, por ello pido que sean desestimadas.

C) Le recuerdo señor letrado, que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento y la utilidad de las evidencias aún está por determinar, consiguientemente las pruebas no pueden ser descartadas por el momento. Puede proseguir la fiscalía.

A) Gracias, señoría. Dichos originales, con una extensión máxima de ocho folios, con 30 líneas x folio y 70 caracteres x línea; estarán mecanografiados a dos “ [1] por 1 sola cara, grapa2 por su margen izquierdo, se presentarán x triplicado.

B) No quisiera importunar al fiscal, señoría, pero si el abogado de la acusación es más ducho que yo con las matemáticas, debe saber que (8x30x70):2 es igual a 840, cantidad que multiplicada por 3 nos da un total de aproximadamente 2520[2] caracteres por folio, pero en ningún momento se dice si quedan incluidos los espacios en blanco o no. Por no añadir que tampoco se menciona si las tapas y contraportada quedan o no comprendidas dentro de los límites de este juicio. Aunque eso no es todo, Señoría. Dudo yo que las personas que van a juzgar los hechos, se molesten lo más mínimo en contar el número de líneas de cada una de las páginas que los componen, y mucho menos, hacer un computo de las letras habitan en cada línea; todo precisamente en unos días en los que se les amontonan los trabajos escritos.

Por otro lado, creo que resulta evidente la doble intención que hay entre líneas. ¿Cómo osan a invitar que cada autor envíe cuantos relatos desee?. ¿No querrán acaso triplicar la duración de este juicio?.

C) Que conste en acta la alegación de la defensa.

A) Si me permite el abogado defensor, prosigo, Señoría. Se dice también que obligatoriamente, los cuentos se presentarán a concurso bajo lema o seudónimo acompañados de una replica en sobre cerrado, en cuyo interior conste nombre y dirección del autor.

B) No procede, Señoría, así que llamo a declarar a una personalidad bien conocida por todos los aquí presentes, pues considero que este es un punto que atenta contra los derechos humanos contemplados en los Artículos Cuarto y Sexto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el que les recuerdo a todos los miembros de este tribunal, que nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre; la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas. Además, el artículo sexo[3] de dicha declaración señala que todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica.

C) Disculpe Señor letrado, pero su declaración es improcedente y le recuerdo que esto es un juicio así que compórtese o le acusaré d desacato a este tribunal. ¡Prosigamos!.

A) Los envíos – dentro de un sobre en cuyo exterior se haga constar “PARA EL CONCURSO DE CUENTOS “/.../”- podrán hacerse a Obras Sociales de la /.../. C/ Antic de la /.../, 4. 03803 - /.../, o en cualquier oficina /.../ de las Comunidades AdBCMVyRdM. Aquellos concursantes que deseen acuso de recibo deberán acogerse a la modalidad postal de “certificado con acuso de recibo”.

B) ¿Acaso esto es una subasta o un concurso de televisión?. ¡Protesto, señoría!. ¿Se puede obligar a la caridad?. ¿Acaso todos los jóvenes escritores dependen del veredicto que su conciencia les dicte?. Señoría, queda claro que las palabras empleadas para la elaboración de estas bases han sido del todo ofensivas para mis clientes.

B dirigiéndose a J) Señores del jurado, ¿Cómo se puede presumir la culpabilidad de alguien si por el momento no se ha demostrado en punto alguno el incumplimiento de las leyes que rigen este cuento.

C) De acuerdo. Por el momento se levanta la sesión durante diez minutos para que ambas partes reconsideren sus posturas.

 

 

 

Una pausa más tarde...

D) Todo el mundo en pie. El Señor Juez entra en la sala.

C) ¡Se levanta la sesión. Que proceda la fiscalía!.

A) El plazo de admisión quedará abierto en la fecha de publicación de la presente convocatoria y finalizará el 13 de Orene de 1002. Con posterioridad a dicho día sólo serán admitidos a concurso aquellos envíos postales cuyo matasellos evidencia que fueron depositados en el buzón dentro de la plaza.

B) No estamos de acuerdo, señoría. Eso no prueba nada. Carece de verosimilitud que en un solo buzón quepan tantos relatos como se espera recibir. Además ¿Cómo es posible que las pruebas sólo puedan presentarse cuando se haga pública la exposición de los hechos?.

A) Les recuerdo que el juicio acaba de empezar y obra en mi poder una prueba determinante para que el autor se viese obligado a copiar íntegramente el contenido de las leyes creadas por la Entidad Patrocinadora. Si me permiten, voy a mostrársela a este tribunal:

 

 

 

 


Sigue A) ¿No es esta página en blanco, el mayor miedo al que se enfrenta todo escritor y la causa principal de que muchos se vean en la necesidad d recurrir a prácticas poco recomendables por este tribunal?.

B) No estamos d acuerdo, señoría. Eso no prueba nada. ¿Acaso este tribunal está juzgando de xenofobia a mis clientes?. ¿Cómo se puede acusar, pues, de haber cometido un delito, ellos únicamente se han valido de una combinación de letras comunes?. Me parece, señores que la acusación carece de pruebas suficientes para demostrar la culpabilidad de mis clientes.

A) Aún no he concluido. Si me permite, Su Señoría, llamo a declarar al estrado a mi testigo.

C) Que la máquina de escribir suba al estrado.

Se oye un murmullo general y el juez irritado golpea con la maza de la ley.

C) ¡Silencio en la sala!. ¡No estamos en una verbena, señores!.

D) ¡¿Jura escribir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?!.

E) ¡Si, lo juro!.

A) ¿No es cierto, y le recuerdo que está bajo juramento, que la entidad Patrocinadora de la Subasta era la poseedora de una suma que asciende a la escalofriante dotación de 250.000 ptas, por no hablar de los demás bienes que conforman un Primer premio de 500.000 pts.

E) Sí, es cierto.

A) ¿No les parece este un móvil suficiente que pueda llevar a los acusa2 a cometer el crimen?.

B) No sé bien de qué crimen estamos acusando a mis clientes, pido que la fiscalía sea más explícita en sus acusaciones.

A) Está bien señoría. Voy a ser claro para este tribunal. Los acusados son culpables de homicidio con premeditación.

Se oye un murmullo de sorpresa en la sala.

M m m m m m m m  m m m m  m m m m m  m m m m m m.

C) No estamos en un establo, señores. Pido se guarde silencio en esta sala.

A) Pero antes de lanzar juicios precipitados, prosigo con el testigo. ¿No es cierto que la entidad Patrocinadora de la Subasta iba a designar la composición de los jura2 de selección previa y de calificación, y que además, los relatos que reúnan > calidad literaria, participarán en una votación final, tras cuya celebración serán concedidos los premios que contempla el Artículo Octavo de La Constitución de Nuestras Bases?.

E) Sí, es cierto.

A) Estamos hablando de dinero, señores, mucho dinero. Así pues, también  se le acusa de haber sobornado a los miembros de este tribunal.

B) Mis clientes aseguran que todo se trata de un malentendido, puesto que sólo pretendía ganar audiencia. El bolígrafo es sólo un pequeño obsequio que carece de valor, puesto que ya no escribe y es un artilugio fuera de curso legal, pero así y todo, se trata de una valiosa obra de coleccionista en la escala de la evolución de las letras, puesto que dejó de utilizarse ante la llegada del progreso y en estos momentos es ya pieza de museo. Así es que no podemos acusarle de haber acabado con la existencia de las estilográficas; de por sí, ya quedan abolidas por el uso de las modernas máquinas de escritura.

C) Se está excediendo en sus alegaciones, señor letrado. Cíñase a la narración de los hechos que se abordan en este juicio, por favor, o tendré que quitarle la palabra.

B) Tomo nota de ello, pero ahora quisiera tomarle declaración al testigo de la fiscalía. ¿Reconoce usted haber escrito estas páginas?.

E) Sí, esta es mi letra; son mías.

B) Entonces, ¿Qué me dice de las faltas ortográficas que aparecen en este documento?.

E) Lo siento, pero yo ya soy vieja y algunas de mis teclas se enganchan. Ya no tengo reflejos para correr y en la sala se hablaba demasiado deprisa.

B) No tengo nada más que añadir.

C) Puede retirarse el testigo. ¿Tiene el señor fiscal algo más que objetar a estas declaraciones?.

A) Si, mi Señoría. Me consta que él falló y esto será inapelablemente público durante los meses de mayo o junio del año presente.

B) ¡Protesto!, Señoría. Decídanse, señores del jurado. ¿En cual de estos 2 meses se va dictaminar la sentencia?. No podemos aguardar tanto tiempo sin saber noticias. Queda claro que las pruebas presentadas no demuestran la culpabilidad de mis clientes por ello, pedimos una indemnización de 1562,5 euros.

A)  Señoría, solicitamos un aplazamiento para esta sesión y que al objeto de comprobar el carácter inédito de las pruebas presentadas, la dotación metálica de estás premios se haga efectiva cuando transcurran treinta días de la publicación del fallo.

C) Queda aplazado este juicio hasta nueva sentencia. Se abre el plazo de alegaciones para las obras no premiadas.

 

Ahora, les vuelvo a recordar que esta es una breve trascripción de los argumentos que ambas partes presentaron en el juicio que posiblemente turbe sus mentes en este momento.

Moraleja) ¿Piensan que se puede sentir satisfacción alguna al verse obligado a escribir esta clase de basura, dado que es la única que circula a sus anchas por el mercado de consumo?.

Como jueces, les pido que me ayuden a velar justamente por el correcto uso d letras y palabras.

Atentamente, un saludo.

Se despide el Letrado defensor.

Fecha: 13-16-3807

Firma:

 

P.D.: Espero que sea de su agrado el bolígrafo que les adjunto. Recuerden declarar a favor, pero piénsenlo bien y esta vez no duden.

DICCIONARIO (contraportada)

Pensar: Escribir ideas sobre un soporte que no es de papel, generalmente.

Acusado: Autor, máquina de escribir, tribunal, página en blanco, cliente.

Cliente: letras y palabras.

Sujeto: Individuos presentes en el cuento: acusado, defensor, miembros del jurado, autor, lectores, juez, fiscal...

Lector: Sujeto que lee unos escritos.

Editar: Imprimir, escribir.

Leer: transcribir unas ideas a la propia mente.

Culpablidad = Inocencia.

Premio = Castigo.

Base: ley, verdad.

Sala: Páginas.

Magia: falsificación a la realidad.

Plagio: Palabra desconocida falsificación.

Diccionario: Libro que recoge sinónimos y antónimos, así como el significado de todas las palabras de una lengua. Enciclopedia.

Obra: Delito, carta, relato, historia, construcción.

Móvil: Causa desencadenante del delito, aparato para la comunicación  Telefónica sin cables.

Sorprender: Distraer, despistar.

Cuento: Historia irreal o ficticia. Se pueden reconocer al leerlos porque siempre acaban con la palabra: FIN.

Fin: propósito o finalidad. Si los propósitos son buenos, se les llama “principios”.

Punto: fin de frase.

Lengua: órgano bucal.

Fallo: error.

 

 

5

Daniel Balaguer

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[1] Espacio.

[2]A partir del día 13-16-3807 enviaremos a su cuenta bancaria un recibo del importe “16800caracteres “, por lo que le agradecemos que realice la provisión de fondos necesaria para atender dicho recibo. Por favor, verifique si todos los datos son correctos.

[3] Se le ha olvidado poner la “t”.

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domingo, 20 de enero de 2013

EL BORRACHO (segunda parte)


-“Padre, -dijo la muchacha- ¿Se puede perdonar todo en esta vida?”
-“Naturalmente, hija mía, le dije –afirmaba el borracho-, y cuanto más grande es el pecado, mayor es el perdón. La misericordia de Dios es infinita.
La muchacha tarda unos segundos en meditar sus palabras pero finalmente dice que está enamorada de él y que siente un gran deseo. Éste sin mostrar gran sorpresa le dice:
-“Muchacha, por hoy te salvas porque tengo un entierro, pero mañana...”
Las voces pronto se propagan por el pueblo y un obispo lo llama a su presencia puesto que su actitud merece que le revoquen las órdenes sacramentales.
Atónito, el cura le pregunta si todo ello se debe a sus palabras con la muchacha y el prelado le dice que “antes que de los muertos, hay que ocuparse de los vivos”.

Aquellas narraciones podían ser de provecho para mi iniciación en el mundo literario, así que no me molestó en absoluto seguir escuchando unos minutos más. Y quizá, viendo su imagen ensalzada por el hecho de estar siendo escuchado, el borracho quiso proseguir con otra historia, mientras su compañero miraba hacia los lados y le miraba a él sorprendido por su actuación y por  cómo era capaz de enrollarse con dos transeúntes.
“Cuando yo era joven, saben, salía con una muchacha muy hermosa; bueno, quizá no tanto como esta mujer –dijo refiriéndose a mi madre-. No será usted su marido, ¿Verdad?. Porque lo cierto es que usted es bastante feo y no me cabe en la cabeza que esta mujer pueda tener tan mal gusto.”
No sólo estábamos dejando que nos insultase ante nuestras narices, sino que lo llevábamos todo como si formase parte de una misma historia y no nos sentíamos ofendidos. Posiblemente nos daba a pensar que quizá su estado no le hacía medir sus palabras, pero quien sabe si a su vez él trataba de sondear hasta dónde podía llegar con su audacia. Lejos de estas cavilaciones que vienen ahora a mi mente, él continuaba este relato.
“Pues bien; una noche estábamos en el portal de la casa donde vivía la chica y allí mismo, dimos libertad a los instintos de la carne. Si sería casualidad o no, qué sé yo, pero en aquel momento pasó por allí el sacerdote del pueblo, y eso que era bastante tarde para dar un paseo por la calle; por no haber, no había ni gatos. Total que nos saludó como quien no quiere molestar y pasó de largo. El tiempo transcurrió y parecía que nadie iba a mencionar el suceso hasta que un buen día, el padre de la muchacha se encuentra en un bar con el supuesto pretendiente, que era yo –dijo el borracho-, y le pregunta si tenía pensado casarse. Así que le dije que sí, cuando encontrase una mujer que me gustase. El padre de la chica sacó a la luz el incidente del portal, ¡como si aquello tuviese algo que ver con que hubiera una boda!”, -concluyó aquel personaje, del que puedo decir que era realmente inusual-.

No sé bien cuanto tiempo pudo haber transcurrido desde que todo aquello se iniciase, pero finalmente ambos acordamos proseguir con nuestros respectivos caminos. Allí se quedó él, sentado ante sus dominios mientras nosotros desaparecíamos detrás de las acacias, los ficus y palomas que distraían la civilización.

El sol empezaba a desdibujar los edificios y los coches iban desapareciendo de las calles ante la ardiente inclemencia del sol, así que finalizada toda compra o paseo matinal, nos refugiamos en una terraza cubierta por un toldo espeso, en la que los camareros se paseaban sobre patines para servir las mesas. Por la tarde, teníamos pensada una visita a la residencia de la que salió mi madre, con el fin de tomar algunas fotos que despertasen sus recuerdos, puesto que estaba escribiendo su propia biografía.

Atenuada la violencia del sol estival y agotado ya el último sorbo de café, saldamos las deudas para continuar el camino. Una última mirada nos despidió del puerto, al que perdimos de vista entre las callejuelas del casco antiguo de la urbe. Los pasajes rezumaban de turistas haciendo compras por la zona más comercial de la isla. En aquel punto convergían lenguas, cabellos y pieles de toda clase y de cualquier parte del mundo.

Posteriormente, nos encontramos con la directora de la residencia y orfanato de la que salió mi madre hace ya años, todo se haya de decir, de forma un tanto irregular. Había sido donada en adopción en contra de la voluntad de su madre por la influencia de una sobrina de la madrastra que trabajaba por aquellas tierras. No podía tener hijos y quería alguien que la cuidase cuando fuese una anciana.
La superiora no dudó en hacer alardes de su cargo mientras nos acompañaba por el pasillo camino de su despacho, alardeando también de la obra de caridad que hacían con los pobres niños huérfanos y la buena fama del centro.
Resultó curioso presenciar el cambio de actitud de la superiora cuando mi madre empezó a preguntar por su pasado y las irregularidades de su adopción. No tardó en despedirnos, sin demostrarnos tanta educación como había mostrado el borracho.

--   Daniel Balaguer  http://www.danielbalaguer.es  https://sites.google.com/site/danielbalaguer
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sábado, 12 de enero de 2013

EL BORRACHO (primera parte)


Unos afilados dientes de lava volcánica, con diversas tonalidades en las que confluían negros y marrones, acunaban los abismos donde la agresiva frontera de la tierra iba desafiando a las pacientes aguas del mar, siempre en lucha por ganar terreno. Y allá en la línea del horizonte, sin que ningún escollo osase a perturbar la lisa superficie del océano, desaparecían las diferencias entre el cielo y el mar sin muestras de lidia alguna.
De forma sorprendente, como blancas gaviotas dispuestas sobre un peñasco oscuro, se erigían algunas casas por encima de los riscos, desde las que, con la vista, se dominaba al mar y toda la costa. En el puerto, una gran nave se disponía a atracar deslizándose entre una superficie de vidrio oscuro.
Aproximadamente treinta y dos años atrás, la mujer que había a mi lado, de la mano de una monja, partió de aquella isla contra su voluntad camino de un destino incierto; y ahora, el mar y aquel gran barco, remolcaban los recuerdos de su pasado.
Con su nostalgia reciente en los ojos y la mirada de vuelta al presente, dimos unos pasos atrás y nos inmiscuimos entre una sombría avenida oculta bajo grandes arboledas. Eran tiempos de vacaciones, así que nada fajaba nuestro caminar. La mañana había transcurrido entre escaparates y sombrillas hasta que el sol venció a la fresca  brisa del mar y nos hizo desfilar en retirada.
Fue al pasar junto a un banco cuando oí una voz que demandaba mi atención.
-¡Perdone, caballero!. Me disculpa unos instantes. Voy a serle sincero y espero no aburrirle, ahora bien, si lo desea puede marcharse.
Mirando hacia el banco vi a dos personajes de cuya presencia muchos rehusarían, como bien me subrayó quien demandaba mi atención. No es que fuese mal vestido o con barba de tras días (la mía era de cuatro) sino lo que era, todo cuanto representaba para una sociedad de progreso y comodidades.
Mi madre y yo nos detuvimos y aquel hombre prosiguió.
-No voy a hacerle daño. Mire, voy a serle sincero. Somos esto, –dijo señalando un cartón de vino que había entre los dos ocupantes del banco- somos borrachos. No voy a mentirle. Tengo una pequeña pensión, ropa y comida no me faltan y dependo de una beneficencia, pero voy a pedirle dinero para comprar un cartón de vino. Ahora bien, no le obligo a nada. Si usted quiere me lo da y si no se marcha. Como puede ver le estoy siendo sincero. Seguramente si le pidiese dinero para comprar un bocadillo, porque tengo hambre, usted no me lo negaría. ¿O no?. ¿Le estoy aburriendo?.

Ahora se cruza en nuestras mentes el dilema de dar o no dar; conceder alimento a la embriaguez de una persona, que al fin al cabo la ha creado la sociedad y sus propios problemas familiares. Pocas veces lo he dudado, aunque considero que pedir dinero rebaja a las personas y le confiere a ese vil metal toda nuestra fuerza y voluntad; quita valor al ser humano y su esfuerzo. Pero también es cierto que para pedir limosna, hay que vencer el orgullo propio o poseer cierta desfachatez. Quedaba claro que aquel personaje tenía la prueba superada, y en cuanto a lo de su desfachatez me guardo los comentarios.
Así que atendiendo a su petición, tal vez de forma contraria a cuanto muchos pensasen, le di unas monedas, y apenas bastó una fracción de segundo para que aquel singular personaje conociese la cuantía de mi generosidad.
-Dos cosas. En primer lugar, muchas gracias. Ahora bien, en segundo lugar, considero que es demasiado, pero bueno, queda claro que ustedes son dos personas diferentes y a las que les gusta la gente. ¿Quieren seguir escuchándome?. No es por esto –dijo levantando el puño cerrado en el que seguían las monedas-.
La situación era un tanto extraña, aunque quizá, para nosotros, es “raro” todo aquello a lo que no estamos acostumbrados, pero el mundo es muy amplio para que conozcamos toda rareza existente y la podamos clasificar bajo este marco. No obstante, yo me dejé llevar y no tuve prisa por marcharme, porque al igual que me gustaría ser escuchado, también intento escuchar a la gente; además, he vivido momentos de soledad en los que hubiese deseado tener alguien a mi lado con quien hablar.
-Veo que saben escuchar. Así que si me permiten, voy a contarles una pequeña historia. Esta vez si que se trata de una mentira. Verán, cuando yo era sacerdote, un día vino una muchacha a mi despacho diciendo que necesitaba confesarse. Estaba terriblemente afligida y decía sentir un gran pesar por el pecado que la atormentaba.
--   Daniel Balaguer  http://www.danielbalaguer.es  https://sites.google.com/site/danielbalaguer
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sábado, 5 de enero de 2013

LA CUEVA BLANCA (segunda parte)



 “Si quieres ser alguien, debes empezar desde abajo e ir subiendo peldaños poco a poco; la vida es dura y muchos intentaran evitar que subas, pero una vez arriba, todos hablaran de ti, pues sólo de los grandes se habla”, le dijo una vez su padre y aquellas, como muchas de sus otras palabras, quedaron bien grabadas en su mente; las escuchaba todos los días.
Eso si que le gustaría: ser famoso; ser alguien respetable del que todos hablasen. Ya probó la fama cuando quiso alcanzar el récord de permanencia dentro de La Cueva Blanca; no lo consiguió, pero se habló mucho del tema y el estaba muy satisfecho de sí mismo. Aquella cueva tenía más de doce kilómetros y muchas galerías, incluso un manantial de agua que le daba un brillo especial a la roca cuando se la iluminaba. Parecía que las paredes y el techo estuviesen cubiertas de plata, de ahí su nombre.
¿Por qué no?. Podría volver allí dentro. Quizá el próximo fin de semana. El material de espeleología abultaba mucho y si su madre lo hubiese encontrado... Su padre siempre fue un hombre de recursos; si ella hubiese sabido tratarle, todo habría sido muy diferente. Aún conserva ese piso franco del que nadie sabe nada. Era muy discreto. Ni la policía pudo sacarle una palabra al respecto. Allí guardaba muchas cosas, fruto de algunos golpes. Sólo su hijo sabía de aquello y era el único que pudo acompañarle unas cuantas veces. Cuando lo encerraron le dio las llaves a él para que se hiciese cargo de todo. Allí había suficiente dinero y joyas como para no tener que trabajar durante una buena temporada. Por esto mataron a su padre dentro de la cárcel, pero tampoco consiguieron que les dijese nada. Se llevó muchos de sus secretos a la tumba. El chico debía llevar una vida normal; trabajar y todo eso para que no sospechasen nada, aunque pocos sabían que tuvo este hijo, al menos que aún permaneciesen con vida.

- Papá, el sábado voy a pasarme por el “piso” –así lo llamaban siempre- necesito algunas cosas porque quiero volver a la cueva. Hace mucho tiempo que no voy.
- Esta bien hijo; ¡Qué recuerdos!, ¿Verdad? ; mándale mis saludos a esa vieja Blanca.
Y así fue. El sábado se levantó pronto, como si fuese a trabajar. Cogió el coche y se fue a aquella casa secreta situada en un arrinconado pueblo. Ni su madre sabía de aquello. Hay mucha gente que se va a las ciudades; en los pueblos no hay nada para la gente joven; de vez en cuando aparece alguien para dar un vistazo a las tierras o a la casa; algunos vienen a pasar el verano. No era nada raro entre aquellas gentes.
Le costó abrir aquel viejo portón de madera. Todos los muebles estaban cubiertos con sábanas, pero lo que cualquiera hubiese querido llevarse, estaba bien escondido. Aquella casa vieja tenía una bodega que no contenía vino, precisamente, pero así y todo, se necesitaba conocer la entrada al zulo por uno de los viejos toneles. Se distrajo alimentando los recuerdos de su infancia. Jugueteó con una pistola mientras se miraba en un espejo encañonando su propio reflejo con el arma. Cuanto le habría gustado parecerse a uno de esos espías de las películas. Después de haber almorzado en la casa, cargó con el material que necesitaba y se fue.
Era casi el medio día cuando llegó a la cueva. Tuvo que dejar el coche a unos trescientos metros. Aquella gruta estaba cerca de la carretera, y del nacimiento de aguas que albergaba en su interior, se nutría su ciudad natal, situada ahora a sus espaldas. Se distrajo en contemplar el paraje durante unos instantes. No tenía prisa. Su madre no le esperaba para comer.
Miró la reja que protegía la entrada de la cueva; era un lugar peligroso y por eso lo vallaron en su día, pero ahora estaba rota y él sabía que llevaba mucho tiempo así. Había unas escaleras hasta la entrada principal: un enorme agujero abierto en el suelo y de acceso difícil, pero por el que la luz del sol, cuando estaba como ahora, lo iluminaba todo a la perfección. Podía bajar con una cuerda y arnés, no obstante, al lado había un pequeño orificio por el que parecería que una persona pudiese pasar a duras penas, pero él cabía; era de constitución delgada.
Sirviéndose de una cuerda, bajó por la entrada principal todos los materiales que trajo. La luz del sol iluminaba aquel agujero hasta el punto de poder leer en él. No parecía una cueva, sino un pozo de boca muy ancha. Una vez hecho esto, se encaramó por ese pequeño orificio en forma de caracola hasta salir a la base de la cueva y desde allí, disponerse a entrar a la gruta. Examinó la pequeña puerta oxidada que vedaba el paso a las entrañas de la tierra. También fue forzada. Estaba poniéndose los atuendos cuando oyó unas voces procedentes de arriba. Había alguien cruzando la verja y al parecer, se trataba de unos niños.
No le gustó nada aquella inesperada visita. En unos instantes tenía a dos jovenzuelos delante de él mirando todo su material con asombro. No tendrían más de doce o trece años. La cara de uno le era familiar. Vivía cerca de su casa. El rostro del otro muchacho llamó su atención. Tenía la piel clara y salpicada de pecas; los ojos azules y el pelo negro. A él le gustaba mucho ese contraste. Se fijó en unas débiles manchas blanquecinas de la piel que tenía cerca de la comisura de la boca y también en la frente o en la mejilla. Aquellas manchas igualmente aparecían en las manos. No era nada contagioso; era genético o algo así; ya las había visto antes en otras personas.
- ¿Qué hacéis tan lejos de la ciudad?. ¿Saben vuestros padres que habéis venido por aquí?.
La respuesta de uno de los chicos mostraba duda; seguramente estaría mintiendo. Habían venido con las bicicletas y no era el primer día que visitaban la cueva. Esta vez querían llegar un poco más adentro.
- Sois muy valientes, pero estáis corriendo un serio peligro.
- Ya lo sabemos. Aquí murió un hombre, ¿Verdad?.
- Chico, no creas todo lo que oigas. No debéis venir a estos sitios y menos vosotros dos solos; además, siempre debéis decirles a vuestros padres dónde vais por si pasa algo. Esas historias se las inventa la gente para dar miedo a chavales como vosotros; es una forma de alejaros del peligro, pero por lo que veo, os gustan las aventuras, ¡eh!. Yo a vuestra edad también lo hacía, pero a mí me acompañaba mi padre.
- No, si el padre de este ya ha estado aquí dentro también.
“Seguro que sus padres no deben saber nada, de lo contrario no les habrían dejado venir”, pensó. Esas palabras del muchacho; la inocencia que aún se desprendía en su mirada; esa mueca de alegría constante. ¡Qué saben ellos de la vida, ignorantes!.
Los jovenzuelos se le adelantaron cruzando esa vieja y minúscula puerta con la que se accedía ya al interior de la cueva más grande que había en los alrededores. Cogió los bártulos y se adentró él también. Cruzada la puerta, había un escalón de poco más de un metro y se accedía a una sala enorme. Ese viejo olor a humedad, el silencio amortiguado por las paredes de roca, esa oscuridad mate... “Cuanto tiempo hace que no visito ninguna cueva. Casi ni me acordaba de esta vieja afición”. Los pequeños encendieron unas linternas que habían traído, así que él prefirió abstenerse de sacar su material. En una de las paredes había una grieta que iba más hacia abajo. Los muchachos se encaramaron por aquella hendidura sin vacilar, con un atrevimiento sorprendente. Era una especie de pasillo muy estrecho; lo justo para pasar. Las paredes eran de una roca lisa; parecían pulidas por la mano del hombre. El techo era muy alto y cada vez más estrecho. Por efecto de la débil luz de las linternas, pronto se vieron los reflejos del agua que rezumaba por las paredes. En el suelo empezaba a haber barro. El lugar era cada vez más aceitoso: el fango, esos brillos sobre la roca... Era un lugar horrible. Todos se detuvieron ante una nueva bajada de losa altamente resbaladiza, por la que poco después, los pequeños se deslizaron con inexperiencia. Él se fijó en esos pasos vacilantes de los dos jovenzuelos; la torpeza con que caminaban por aquella superficie tan hostil y traicionera. Mostraban una debilidad patética. A su edad, él ya caminaba por aquellos lugares con total seguridad. Conocía la textura de cada roca; puntos sobre los que asirse o como pisar para no resbalarse.
Llegaron a otra cámara. Hasta aquí todo había transcurrido sin mucha dificultad y la cueva parecía que llegaba ya a su fin, pero no era así. Ahora venía la parte difícil. Era en este punto donde los muchachos se quedaron el día anterior. De ahí no habían pasado. Sacaron una cuerda de una de sus dos mochilas para disponerse a bajar al pozo. En un rincón había otro pequeño orificio que seguía descendiendo. Aquí era necesario ir a gatas y con cuidado para no darse en la cabeza con algunas puntas de roca que parecían colmillos, incluso brillantes por la saliva. Había que ser muy atrevido para deslizarse por aquel agujero inmundo. A unos tres metros, el techo era un poco más alto, pero no lo suficiente como para ponerse de pie. Ahí estaba la boca del pozo.
- Yo de vosotros ni lo intentaría. Es extremadamente peligroso. A partir de ahí no podréis bajar sin ayuda y si os pasa algo yo no me hago responsable. Hay una garganta muy estrecha y resbaladiza y hasta a mí me cuesta pasar, pero lo complicado no es bajar, sino subir. Es casi imposible si no lo conocéis, y más con el material que lleváis. ¡Venga, ya está bien!. ¡Volved atrás!. Esto no es un juego.
- Sabemos que ahí abajo está el lago y queremos verlo. Dicen que es un lugar muy guay.
Estaba perplejo al ver el valor que reunían; el atrevimiento que mostraban ante un desconocido; la familiaridad del trato. No era normal. ¡Cómo han cambiado los niños de hoy!. Ya no se les educa. “No hables con desconocidos”, decía siempre mi padre.
En nada, desaparecieron delante de sus narices. Tendría que espabilar; los muchachos le llevaban la delantera, pero él sabía que unos metros más adelante ya no pasaban. Aquí ya era necesario el material que llevaba él.
Se detuvieron todos ante el pozo. Hacia la izquierda parecía que la cueva continuaba; pero ellos querían ir al lago.
- ¡Apagad las linternas un momento!.
Los dos jovenzuelos le hicieron caso; quizá era lo único en lo que le habían obedecido desde que se los encontró.
- ¡Mirad!. ¿Qué veis a vuestro alrededor?.
Absolutamente nada; todo estaba más oscuro que el infinito. Las voces se amortiguaban entre la roca.
Volvieron a encender sus linternas, que por cierto, titilaban; ya se sabe, la humedad... Pero él les gritó, hasta tal punto, que se asustaron bastante, aunque cuando encendió su carburero, volvieron a respirar aliviados. Ahora si que se veía todo a la claridad; ese brillo tan especial de la roca. Todos miraban las paredes y el techo con egoísmo. Parecían estar ante un increíble tesoro que llevarse. Finalmente, miraron hacia el pozo. Delante tenían los restos de unas cuerdas.
- Mi padre decía que hay una escalera de cuerda –dijo uno de los muchachos.
- Pues ya ves lo que queda de ella. De eso hace mucho tiempo. ¿No os habéis preguntado que si nos pasa algo aquí dentro, nunca nos encontrarán?.
- Yo he traído un teléfono móvil.
- ¡Qué estupidez!. ¡Aquí no hay cobertura!. Estamos a unos cuarenta metros bajo tierra.
- ¡Ah, pues es verdad! -dijo uno de los chicos mirando el teléfono móvil que había sacado de la mochila. Miraron la hora; era tarde, pero aún tenían algo de tiempo antes de ir a comer.
- Venga, por favor; sólo es bajar y subir.
- ¡Seguro que queréis impresionar a alguna chica!, ¿Verdad? –comentó queriendo mostrar cierto compañerismo.

Allí mismo, podría hacerles las cosas que le hacía su padre para templarlo como un hombre de verdad, desnudo, en un lugar remoto y oscuro. Sin nadie que le ayudase. Ahogando los gritos de dolor entre enormes muros de roca cada vez que le embutía su miembro. Acabada la faena, sólo le quedaría deshacerse de los cadáveres. Allí dentro habría sido muy fácil enterrarlos. El agua se encargaría de deshacerlos más pronto y nunca lo habrían descubierto. Estos pensamientos empezaban a cobrar cierta fuerza. Le demostraría a su padre que él también era capaz de matar, pero no iba a cometer sus mismos errores; su vida no levantaba sospechas. ¿Porqué iba a querer matar a dos muchachos?. No había ningún motivo. Todos sabían que él no era capaz de hacer daño a nadie.

Aún resuenan las palabras de aquellos muchachos en su cabeza. Después de esto, habría que escoger ahora a una víctima más grande y así, ir subiendo los peldaños de que tanto hablaba su padre.

Sé que nadie le creía capaz, pero quizá pueda sorprenderos. Tened cuidado. Por si acaso, vigilad vuestras espaldas. Quizá un día, en vez de pensarlo, decida pasara a la acción. Cualquiera que aparezca en una de sus fotos puede ser la víctima.

--   Daniel Balaguer  http://www.danielbalaguer.es  https://sites.google.com/site/danielbalaguer
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