domingo, 6 de mayo de 2012

FUEGO EN EL PARAÍSO

Hace un mes que no recibo tus cartas y puede que tal vez no puedas leer esta que acabo de empezar, pero es lo único que me mantiene con vida, aquí, en medio de ninguna parte. Ver tu foto cada día me anima a seguir luchando; me llena de energía y por ello la llevo siempre conmigo, aunque no hay nada que te sustituya. El calor de tus besos empieza a desvanecerse, quizá no nos dimos suficientes en aquella despedida, de la que sólo me quedan unas lágrimas impresas en el pañuelo que las secaron, cuyo perfume también se perdió.

Busco tu mirada, tus rasgos y aquella sonrisa en cualquier rostro que se cruce conmigo, pero sólo encuentro dolor y aflicción en este mundo extraño. Ansío ya con desesperación tus caricias o besos, que se suman a una mirada hacia el lejano futuro buscando el regreso a tu lado; encuentro muy distante en el tiempo.

Hoy a sido un día de relativa calma; el primero en doce días, pero no va a durar demasiado. Para mañana ya se prevé una nueva ofensiva. No sé bien cual es mi labor entre tanta destrucción; unos dicen que defender; otros, atacar; también los hay que aseguran estar aquí para proteger a los débiles. Me siento perdido.

La primera vez se va hacia el lugar del conflicto como un héroe. Piensas que eres alguien superior que acude para velar por la paz mundial. Pero cuando llegas a ver todo cuanto te rodea, cambia tu percepción de las cosas. La realidad es muy diferente y héroes hay pocos.

Al principio, muestras indiferencia frente a una guerra que no va contigo, pero poco a poco, sus efectos se van filtrando en tu coraza.  No hay nada tan aterrador para destruir tu caparazón como el aullido de las sirenas; los aviones rompiendo los cielos con sus potentes motores; o el sonido de las ametralladoras invitando a los ángeles de la muerte a pasear por las inmediaciones. Sólo eres un hombre mortal, y aunque goces de la seguridad que proporciona el armamento de tu patria, te encuentras en otro mundo.

Te enseñan técnicas de combate para el campo de batalla, pero en tu interior debes librar una escaramuza que acabe con los sentimientos humanos y te convierta en una máquina de matar. No debes sentir el dolor porque es cosa de débiles; tampoco debes llorar porque es un sentimiento femenino. Pero he visto a mujeres con algún miembro amputado que lloraban de dolor, y seguían luchando por defender a sus hijas del ataque de cualquier desalmado.

Debemos enterrar numerosos cadáveres, paliar las heridas y el sufrimiento, que es cuanto arrastra una guerra. Dicen que el conflicto es entre dos ejércitos y que no se ataca a la población civil; sólo se cumplen objetivos militares, aunque siempre afecta al pueblo; sus casas quedan destruidas, se ven forzados a huir y algunos mueren por estar donde no debían. Dos potencias destructoras exhiben la fuerza de su armamento en un campo de batalla que pertenece más a los débiles, porque ellos respetan su pequeño paraíso, la tierra. Tal vez los combates se deberían llevar a cabo sobre un tablero en el que sólo interviniesen los que los han promovido, sin más escuadrón que sus manos, sin más artillería que sus pies, para que nunca saliesen perjudicados más que los que se alzan en rebelión.

Dentro de este infierno el sol sigue brillando como si nada de lo que hacemos le importase; a veces también llueve, pues las nubes no temen a los aviones. En nuestro vagar hemos encontrado mariposas besando unas flores que ocultan minas explosivas bajo sus pies; el paraíso está ardiendo.


Tenía muchas ganas de escribirte; decir cuanto te quiero, pero creo que la guerra ha contaminado mis sentimientos, y sólo sé hablar de dolor. Ansío leer una de tus cartas, que cada vez se retrasan más, y con ella, tal vez recuperar mi sensibilidad.

Me he sentado aquí, frente a un pedazo de papel que sólo ha servido para secar alguna de mis lágrimas, y ahora ya no sé que contarte. Noto como el sueño va ganando la batalla contra la vigilia, y es que aquí sólo se puede hablar de lucha.
No deseo alimentar más tu tristeza. Quiero que sepas que eres el más dulce y tierno de mis pensamientos. Sé que aunque hoy me acueste bajo un cielo sin nubes, mañana puedo despertarme bajo un cielo gris, pero tarde o temprano saldrá el sol y estaré a tu lado. Espero verte pronto. Te quiero.

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